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Reloj

El miedo a que transcurra al día. Aferrarse con bruzquedad a las manecillas, romperse la piel de los dedos en el cristal de las horas. ¿Cuánto nos espera? La lucha interminable, los enemigos a tu lado, sonriendo. Los autos como una posibilidad de feretro vertiginoso y metalico. El vertigo, siempre el vertigo. La caida. El odio que toma a los sueños por asalto. Verte a ti mismo como asesino, y sonreir al amanecer. Sobretodo, sonreir al amanecer, al recordar la sangre en la memoria. Que ganas de que no llegue mañana. Sin embargo, que necesidad de que transcurra. Salimos de la piel: plateados, rigidos, vacios. Los ojos de oscuridad que son nuestra unica mirada. Pero llegará mañana con sus nuevos ataques, las uñas en la oscuridad, las sombras que son ellos, los otros, los enemigos, los de rostro liquido. No hay opcion al miedo. El tiempo llega y nos destruye. El maldito cristal de los minutos. Yo aferrado a la posibilidad de una latir estatico. Yo lazandome de cabeza contra el aire solido,
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Ciudad azar II

La luna nace de una espalda que se abre, palpita líquida, cae desde el rojo oscurecido para regar las calles. El río nace y huye en la avenida, se vuelve luces, autos balas. A lo largo de este cause nacen humanos en cada esquina. Nadie sabe porque aquí y no en otro sitio. Algunos de ellos evolucionan: aprenden a caminar con las manos. Otros mueren sobre la banqueta: no saben respirar el aire. La luna lo mira todo, se deja caer por el perfil de la ciudad. Llega la sequía al pavimento, hombres y mujeres se levantan desnudos, miran alrededor, inician sus pasos para reconocer camino. Entregados al azar han aprendido cada día a ser otro cuerpo.

Ciudad azar I

Rodeado de paredes sosteniendo al cielo, podría ser que un día encuentres un nombre. Que te definas al paso de una esquina, o cinco cuadras antes o una amante y un primogénito después. Pudiera ser que un día te encuentres a la salida de un bar o al entrar a un templo o al alargar tu sombra en una hogar hecho de dudas. Alguna vez tendrás la oportunidad de tener voz, de mirarte repetido en el espejo, de saberte un lugar en medio de esta colección de calles: vértigo de cuadros en los cuadros de los cuadros. Lo más posible es que un día seas bautizado. Entonces estará tu nombre en una lapida. Te quedarás por siempre entre las piedras sosteniendo al cielo.

Media noche

I La soledad no es esta que me acompaña, si lo fuera, tendría con quien compartir el silencio. II Por pedazos de tu pupila fui en el cielo ruta de trasnoche. Menguante de tus manos caigo de repente en las distancias: Se que salgo de sobra entre la oscuridad que lame tus piernas y el sol que quiere tenderse sobre tus dedos. III Ser coraza de la piel, piedra deslavada, cuello, viento, agua encendida en labios, braza de una sábana, vela palpitante. Solamente nosotros crepitando a media noche. IV Moribunda, horizontal el alma, el cielo se deshace goteando el respiro. Entonces sueñas. V Me masturbo en silencio: no quisiera despertar mi cuerpo. Luce placido en el profundo hueco de las sábanas sin más preocupación que el polvo acumulado. Palpita callado cada pómulo, se conserva algo de calor entre los dedos, hecha raíces, pronto emergerá un falo retoñando. Leñado por un sueño mi cuerpo no sirve de materia prima, es, a lo mucho, residuo seco para arder según caiga la noche.

Espejos

Fantasmas y miedo se comparten tu orgasmo, son los que reinciden en cada vértice oscuro de la calle. También los que te gritan desde las grietas en el asfalto, incluso desde una pupila fija en medio del techo. Espectros son los que rajan con sus dientes tu espalda, cuando intentas descansar unos segundos, en los momentos cruciales de levantar el rostro para la esperanza. Sombras que te amenazan desde un monitor de plasma o una ventana rota o una caricia que huye o una palabra incierta o el café o alguna inyección letal. Todo es oscuridad que gusta vestirse de traje, andar laborioso, escupir acido. Enfrentado a estas siluetas oscuras es que sabes que te faltan gritos, que debes respirar un poco, alzar la mano sutilmente y soltar el golpe. El espejo te regresa un demonio desquebrajado, que sonríe hiriente, empiezas a soltarla carcajada de la locura.

Derrota

No dejes que esa palabra te rompa. Que tome al horizonte por asalto y quebre en espinas la imagen del espacio. Que no hunda sus fauces cercenando de paso tu mirada, que no te llene las pupilas de rocas vueltas liquido. Palabras como esa, explotan. Toman asiento en las carnosidades de la traquea. Inflan cada herida hasta desangrarte en medio de la calle. No beses a tu sombra, invéntate mil escusas. No rindas tu agonia al vacio nombrado con mayusculas. Que no te vistan los espectros con la fina tela del grito. Que no te inventen cafeina para dejar los sueños derretidos en un teclado plastico. Abre los brazos, intenta mantener la boca fuera del silencio aunque sea por unos segundos. Solamente eso. Que no te falte una sonrisa.

Teseo

Gritas. El eco escapa renombrado en cada galería, en cada vértice de cuevas que se extienden por la espalda. Te enderezas el aire se rompe contra tus uñas. No queda un paso más por explorar que la huida en el centro de la boca. Te miras en el espejo, la carcel perfecta en el fondo de tu mirada. Una sola esperanza, nimia, invisible, de que Ariana sepa hilar su desnudez desde tu cuerpo. Despiertas derrotado: no hay forma de navegar una estrella hacia la salida de las pupilas, no existe un solo hilo que te rescate de tu rostro: corno, bufante y minotauro.